
Imagina un planeta errante, acercándose sin piedad, mientras el mundo sigue girando. Pero, en lugar de miedo, lo que sientes es… paz. No hay héroes, ni salvación, ni consuelo. Solo una verdad dolorosa y liberadora: todo termina. La protagonista de esta historia, está atrapada en su propio vacío emocional, no teme al final. Lo desea. Porque en un mundo que ya no tiene sentido, el fin se convierte en la única forma de encontrar reposo.
LA TRAMA DE LA PELÍCULA
Desde el principio, la película se desprende de la estructura narrativa tradicional. El prólogo apocalíptico, visualmente impresionante y cargado de simbolismo, establece el tono emocional: no hay escapatoria. Ya sabemos el final, pero no es eso lo que importa. Lo relevante es “cómo” los personajes enfrentan la idea del final.
La historia se divide en dos partes, cada una centrada en una de las hermanas: Justine y Claire. Esta estructura no solo sirve para contrastar dos formas opuestas de enfrentar la desesperación, sino también para mostrar cómo el conocimiento de la muerte transforma radicalmente nuestra percepción del mundo, del tiempo y de nosotros mismos.
CONFLICTOS INTERNOS DE LOS PROTAGONISTAS
Justine, profundamente deprimida, encarna una figura existencial. Su desesperanza no es únicamente una condición médica, sino una lucidez dolorosa frente a la falsedad de las estructuras sociales y los rituales vacíos —como su propia boda— que intentan imponer sentido donde, para ella, no lo hay.
Su apatía no es desinterés, sino una respuesta al sinsentido. Todo en su entorno —el matrimonio, el trabajo, las expectativas familiares— le resulta insoportable por su falta de autenticidad. La aparición del planeta “Melancolía”, en este contexto, no la desestabiliza, sino que la reafirma: el fin del mundo valida su desesperación. A diferencia de los demás, no teme al final, porque ya lo ha vivido simbólicamente. Su "muerte interior" ha precedido a la destrucción exterior.
De hecho, su aparente conexión premonitoria con el planeta refuerza la idea de que “la melancolía permite ver más allá”, ver con crudeza lo que otros niegan. Ella no se resiste, porque ya ha soltado.
En contraste, Claire representa al individuo "funcional", racional, que intenta mantener el control ante lo incontrolable. Al principio es quien cuida, organiza y contiene. Pero a medida que el planeta “Melancolía” se acerca, se derrumba. Su necesidad de respuestas científicas, su intento de escapar con su hijo, su desesperación por encontrar una vía de sentido o de huida, todo fracasa.
El suicidio de John, su esposo, simboliza el fracaso del racionalismo científico. Él había prometido que “Melancolía” pasaría de largo, pero cuando la realidad se impone, escoge morir antes que enfrentarla. Claire intenta mantener la normalidad, preparar el desayuno, escapar con su hijo Leo, pero todo resulta inútil. La estabilidad se desintegra.
LA NATURALEZA DE LA PELÍCULA
“Melancolía”, el planeta errante, no es solo un cuerpo celeste. Es un símbolo de la nada que se aproxima. Su belleza, su trayectoria lenta e inexorable, nos confronta con una verdad ineludible: todo acaba. La película no discute esto desde la razón, sino desde la emoción pura. No hay respuestas metafísicas, solo la vivencia íntima del vacío.
Lo interesante es cómo este conocimiento transforma a los personajes. El film nos sugiere que el verdadero conflicto no es entre los seres humanos y el planeta, sino entre las formas de enfrentar la conciencia del final.
La película traza, así, una evolución del conflicto existencial: de la angustia de “elegir” (en el caso de Justine) a la angustia de “no poder elegir” (en el caso de Claire). Al principio, lucha contra las decisiones impuestas: casarse, tener éxito, ser feliz. Pero al final, cuando ya no hay decisiones posibles, encuentra una calma inusitada.
Claire, que al comienzo lo tiene todo bajo control, se hunde cuando se da cuenta de que la vida no le ofrece garantías. Este tránsito de la angustia del “ser” (vivir en el mundo, asumir roles) a la angustia del “no ser” (enfrentar la extinción) es el verdadero núcleo de “Melancolía”
ESCENAS ICÓNICAS
“Melancolía”, comienza con una secuencia onírica y simbólica que introduce gran parte de la iconografía emocional del film: un caballo cayendo, una mujer hundiéndose en el césped, rayos que no llegan, cuerpos celestes que bailan en el espacio. Estas imágenes no corresponden a eventos reales de la trama, sino que materializan estados mentales, particularmente los de Justine.
Así, el vestido de novia no es símbolo de pureza o esperanza, sino de opresión. El planeta “Melancolía” no es solo una amenaza astronómica: es también un objeto erótico y espiritual, el verdadero amante de Justine. La escena en que se entrega desnuda a su luz bajo la música de “Tristán e Isolda” refuerza la dimensión casi religiosa de esta entrega. Justine no teme a “Melancolía”: lo desea, porque representa el fin de un mundo que le ha resultado insoportable.
Ante la imposibilidad de evitar el fin, Justine crea un nuevo ritual: la "cueva mágica". Junto a Leo, su sobrino, construye un tipi de ramas y le promete que allí estarán a salvo. No es una mentira para calmar al niño, sino un último intento de dotar de sentido a lo inevitable. Es un gesto profundamente humano: construir algo —por mínimo que sea— para enfrentar juntos la nada.
Esta escena final, en la que los tres se toman de las manos, es de una belleza y una tristeza desgarradoras. Es un momento de unión, no en la esperanza, sino en la aceptación. Justine no huye ni se engaña: “afronta el fin con dignidad y calma”, dando la espalda a “Melancolía”. No porque haya redención, sino porque, por primera vez, las hermanas se abrazan.
ACIERTOS Y FALLAS
Desde el punto de vista científico, la premisa de “Melancolía” es insostenible. Un planeta como el que se describe, apareciendo repentinamente tras el Sol y acercándose en un doble paso, ya habría sido detectado por su influencia gravitacional. Los planetas no cambian de rumbo de forma espontánea, como sugiere el film. Para que “Melancolía” se acercara, se alejara y luego volviera a impactar, necesitaría fuerzas gravitacionales mayores que las del Sol, lo cual afectaría a todos los cuerpos del sistema solar, incluida la Tierra.
Pero la verosimilitud astronómica no es el punto. El director usa la ciencia ficción como excusa para explorar la psique humana. El planeta “Melancolía” no es un objeto físico, sino una fuerza simbólica. Su comportamiento absurdo responde más a las lógicas del inconsciente que a las de la física newtoniana.
¿QUÉ MENSAJE NOS DEJA?
La película nos obliga a habitar un espacio emocional incómodo: el de la conciencia pura de la muerte. No ofrece consuelo religioso, ni esperanza científica, ni épica heroica. Su mérito está en llevarnos a ese lugar sin adornos, donde el ser humano queda desnudo frente a lo inevitable. Y allí, en medio del miedo, la tristeza y la belleza, encontramos algo profundamente humano: la posibilidad de mirar al abismo y no apartar la vista.
A diferencia del cine de desastres tradicional, cómo “Armageddon”, “Impacto profundo”, o la icónica “Cuando los mundos chocan”, “Melancolía” se niega a caer en clichés. No hay militares, ni científicos salvando al mundo, ni ciudades destruidas en cámara lenta. Aquí no se lucha contra la catástrofe: se la contempla. Su director no está interesado en los efectos especiales, sino en los efectos psicológicos.
Esto la emparenta con otros títulos de 2011 como “Otra Tierra”, donde el cosmos se vuelve espejo de dramas íntimos. En esta última, un planeta gemelo aparece como símbolo de redención; en “Melancolía”, como símbolo de extinción. Ambas recurren a eventos astronómicos imposibles para hablar del alma humana.
EPÍLOGO
“Melancolía” no es una película sobre cómo se acaba el mundo, sino sobre cómo se vive sabiendo que todo acaba. Es una obra profundamente honesta sobre la depresión, no como una simple enfermedad, sino como una forma de ver el mundo: dolorosa, sí, pero también lúcida, trascendente. En lugar de acción, hay contemplación. En lugar de héroes, hay humanos rotos. Y en el lugar del consuelo, hay belleza, aunque esa belleza venga con la destrucción de todo lo que conocemos.
Mi calificación para “Melancolía” es un 10 PELADO Investiga
El final, con los tres personajes principales sentados en un pequeño tipi, tomados de la mano mientras el planeta impacta, es uno de los momentos más conmovedores del cine contemporáneo. No porque se salven, sino porque mueren unidos, en paz, después de haber enfrentado juntos lo imposible. Su director lo resume así: “Es el final más feliz que he creado”.

→ Fecha Estreno: 13/11/2011
→ Título: Melancholia
→ Duración: 136 minutos
→ País: Dinamarca
→ Dirección: Lars von Trier
→ Género: Ciencia ficción | Drama Psicológico | Fin del mundo
→ Actores y actrices icónicos: Kirsten Dunst; Charlotte Gainsbourg; Stellan Skarsgard; Kiefer Sutherland
El PELADO Investiga