
Imaginen un visitante de otro planeta… con la forma de un pepino gigante. Sí, un pepino. Súper inteligente, completamente amoral y decidido a tomar el control de todo…
Mientras tanto, en la Tierra, un científico frustrado se convence de que este extraterrestre viene a traer la paz a la humanidad. Su esposa —la heroína de esta historia— le recuerda lo obvio: si aceptamos su plan, perderíamos nuestras emociones… y con ellas, todo lo que nos hace humanos.
Así, con la excéntrica premisa de un pepinoide alienígena que, curiosamente, no quiere salir mucho en pantalla, (ponéle) El PELADO Investiga les presenta: “Conquistaron el Mundo”.
LA NATURALEZA DE LA PELÍCULA
“Conquistaron el Mundo”, “Lo que conquisto la Tierra”, o “El conquistador del espacio” es una película de culto de bajo presupuesto dirigida por Roger Corman, quien falleciera el 9 de mayo de 2024, recordado como “El rey del culto”. Rodada durante la década de 1950, cuando su director producía con entusiasmo y prolíficamente películas baratas de presupuesto casi nulo para programas dobles de explotación. El film aprovecha con acierto la mayoría de los temas explotables del cine de ciencia ficción de la época: el tema del invasor alienígena, la premisa de los ladrones de cuerpos alienígenas al estilo de "Invasores de Marte" (1953) e "La Invasión de los ladrones de cuerpos" (1956), y, por supuesto, el interés actual por los satélites tras el lanzamiento del Sputnik.
LA CRIATURA
Provenientes del planeta Venus, estas criaturas conforman una especie inteligente con forma cónica o pepinoide. Para mediados del siglo XX están prácticamente extintas, quedando solo nueve individuos, uno de los cuales secuestra un satélite terrestre y aterriza en la Tierra con el propósito de conquistarla para una futura colonización.
Su tamaño es casi equivalente al de un hombre adulto, y la base de sus cuerpos está equipada con pequeños zarcillos que probablemente les permitan desplazarse. En el torso poseen un rostro amenazante, con una boca dotada de dientes afilados en forma de colmillos en la mandíbula inferior y un par de ojos que constituyen su punto más débil. También cuentan con brazos fuertes que terminan en largas pinzas capaces de matar a un ser humano con relativa facilidad.
En la parte superior del cuerpo sobresalen un par de cuernos cortos o antenas, cuya función es desconocida. Además, liberan pequeñas criaturas voladoras similares a mantarrayas desde la base de sus cuerpos. Lo más probable es que hayan sido creadas mediante bioingeniería, ya que se las menciona como “dispositivos” en lugar de animales. Estos organismos buscan objetivos humanos y los muerden en el cuello, liberando una pequeña punta que les permite controlar la mente de sus víctimas a distancia. La piel del pepinoide alienígena, es resistente a los disparos.
Descritos como seres hiperinteligentes y carentes de emociones, uno de ellos establece contacto por radio con el Dr. Tom Anderson, quien llega a convencerse de que la criatura es benévola y contribuye a allanar el camino para la invasión. El científico cree que las personas sometidas al control mental alienígena, y por lo tanto libres de emociones, vivirán en un mundo sin guerra ni miseria.
El pepinoide alienígena también posee la capacidad de paralizar, de alguna manera, todo tipo de tecnología dentro de un amplio radio, tanto eléctrica como mecánica, excepto la utilizada por sus aliados o individuos controlados. Durante su estadía en nuestro planeta, permanece oculto en una cueva porque necesita mantener una temperatura similar a la de Venus.
LA TRAMA DE LA PELÍCULA
La historia se adentra sin reservas en los clichés más icónicos del cine de invasiones extraterrestres. Desde el inicio, emergen las clásicas analogías anticomunistas de la época: cuando el general poseído intenta imponer la ley marcial en la base, la excusa inmediata es la conocida “amenaza comunista”
Pero el guion no se queda en lo superficial: transforma esta premisa en una auténtica guerra de ideas. La película revela cómo la criatura alienígena manipula con precisión el fervor idealista del personaje de Lee Van Cleef, insinuándole que el mundo perfecto que imagina es, irónicamente, un lugar donde ese mismo fervor estaría prohibido.
El Dr. Anderson y el Dr. Nelson trabajan como científicos en unas instalaciones cercanas a un pequeño pueblo, encargados del lanzamiento y monitoreo de satélites. El primero defiende apasionadamente teorías sobre la posible vida en otros planetas, pero sus colegas lo desprecian constantemente, recordándole que ningún otro mundo puede albergar organismos vivos. Aislado y amargado, construye en secreto una radio interestelar en su hogar y, aparentemente, establece contacto con un ser de Venus, llegando incluso a ayudarlo a secuestrar uno de sus satélites para permitirle descender a la Tierra.
Anderson adopta plenamente el plan del visitante extraterrestre para dominar a la humanidad, convencido de que así eliminará guerras y conflictos interpersonales suprimiendo las emociones y el libre albedrío. En su postura, recuerda a la filosofía del Dr. Carrington en la icónica película “El enigma de otro mundo” (1951), donde el alienígena hallado en el hielo es considerado, por el científico, un ser de pura racionalidad, superior a los humanos por naturaleza.
Cuando su colega y su esposa lo confrontan por su traición, se justifica, argumentando que esta es la vía más rápida para que la humanidad alcance su máximo potencial. Le recuerda a Nelson cómo la burocracia obstaculizó sus avances científicos y asegura que podrían lograr mucho más sin el carácter “espinoso y discutidor” de las personas; en otras palabras, propone eliminar sus personalidades.
En su fe ciega hacia aquello que quiere conquistar el mundo se percibe un optimismo profundamente equivocado. Pero también aflora un rasgo reconocible y humano: la frustración de un hombre cuyas ideas fueron ignoradas, cuyos objetivos fracasaron, y que concluye que, si no puede cambiar el sistema, está dispuesto a destruirlo todo. Un tipo de carácter que, lamentablemente, vemos en la vida real con más frecuencia de la que nos gustaría.
LA MENTE ESCLAVIZADA
Para dominar la mente y la voluntad humanas, “Conquistaron el Mundo” emplea una especie de mantarrayas alienígenas voladoras que atacan a sus víctimas en el cuello, subyugándolas por completo. Así, los humanos quedan bajo control mental total de la criatura, convirtiéndose en una comunidad tipo colmena.
El ángulo paranoico de “no son lo que parecen” se nutre de otra de las tendencias habituales en la ciencia ficción de los años cincuenta: películas como “Vinieron del espacio”, “Invasores de Marte”, “Me casé con un monstruo del espacio exterior”, la icónica “La invasión de los ladrones de cuerpos” y “La Tierra contra los platillos voladores”, donde la voluntad humana es manipulada de distintas maneras, ya sea duplicando cuerpos o controlando directamente la mente.
Incluso la misma productora de “Conquistaron el Mundo” había explorado esta idea solo un año antes, en “La bestia de un millón de ojos” (1955), que Roger Corman también coprodujo y codirigió.
Otra película que viene inmediatamente a la mente es, por supuesto, “Ultimátum a la Tierra” (1951), en la que Klaatu, el extraterrestre, detuvo la electricidad en todo el mundo para captar la atención de los líderes y transmitir su mensaje de advertencia. En “Conquistaron el Mundo”, el pepinoide alienígena va aún más lejos: detiene TODO el funcionamiento, incluyendo electricidad, gasolina, gas, grifos de agua e incluso el vapor, mostrando un dominio absoluto sobre la tecnología y la vida humana.
SOBRE LOS ACTORES PROTAGÓNICOS
Los intercambios entre Tom, Paul y Claire representan los momentos más logrados de la película, no solo por la calidad de los diálogos que comparten, sino también por el trabajo de los tres magníficos intérpretes que les dan vida: Lee Van Cleef, Peter Graves y Beverly Garland.
Lee Van Cleef, ya conocido por encarnar personajes de aspecto siniestro, interpreta al Dr. Tom Anderson, un científico egocéntrico y hambriento de reconocimiento.
Peter Graves, en cambio, interpreta al Dr. Paul Nelson. Su compenetración con el elenco es espléndida, y cualquier escena en la que comparte pantalla con Lee Van Cleef es un verdadero deleite. Su personaje protagoniza una acción inusual dentro de la narrativa del cine de la época: tras esquivar a una de las mantarrayas alienígenas voladoras —criaturas que, al morderte, insertan un dispositivo de control mental en la nuca de sus víctimas— regresa a su hogar y encuentra a su esposa Joan recién asimilada. Ella intenta someterlo utilizando una de estas criaturas que aún conserva, y él, en un acto de supervivencia, se ve forzado a dispararle en defensa propia.
Esto era algo prácticamente inaudito: lo habitual era que la pareja protagónica sobreviviera, o que, a lo sumo, muriera el protagonista masculino; pero casi nunca se permitía que la protagonista femenina muriera mientras el hombre quedaba con vida. Simplemente no se hacía. La brutalidad repentina de la escena la convierte en uno de los momentos más impactantes —y paradójicamente mejores— dentro de la estética de bajo presupuesto de los años 50.
Beverly Garland, una de las actrices predilectas del director, interpreta aquí uno de los mejores papeles de su carrera, y completa un trío protagónico sólido. Deja una marca importante como figura femenina central, con un aire de fortaleza que se adelanta a su época: muestra determinación y agencia, y no se limita al estereotipo habitual de estas producciones, la típica damisela en apuros que huye, tropieza o grita sin parar…
Hay dos secuencias particularmente poderosas en su interpretación, que para mí representan lo mejor del film. La primera es la escena en la que toma el micrófono de la radio que su esposo construyó en su casa para comunicarse con el pepinoide alienígena. La tensión es enorme, y el realismo con el que se dirige a la criatura es fantástico. Allí pronuncia esas icónicas líneas:
“¡No sé si puedes oírme, pero si puedes, escúchame bien! ¡Te odio por lo que les ha hecho a mi marido y a mi mundo! ¡Sé lo cobarde que eres y voy a matarte! ¿Has oído eso? ¡Voy a matarte!”
La segunda secuencia poderosa ocurre cuando, tras escuchar distraídamente a su esposo revelar la ubicación de la cueva, ella se dirige hacia allí en camioneta, armada con un rifle. Al internarse en las cavernas y ver por fin a la monstruosa criatura con su boca abierta, apunta con su escopeta y exclama:
“¡Así que ese es tu aspecto! ¡Eres feo! ¡Horrible! ¿Crees que vas a esclavizar al mundo? ¡Antes te veré primero en el infierno!”
Acto seguido comienza a disparar, pero la piel del pepinoide alienígena resiste el ataque, y nuestra heroína muere bajo sus garras.
Se dice que fue precisamente Beverly Garland quien, al ver el traje del monstruo, comentó: “¿Eso conquistó el mundo?”, y que insistió al director en que hubiera la menor cantidad posible de tomas en las que ella y la criatura aparecieran juntas.
AGUJEROS DE GUION
A pesar de las ideas evidentemente prestadas y readaptadas, de la gran cantidad de fallos lógicos, del relleno y de la premisa abiertamente absurda, el guion terminó siendo uno de los trabajos de ciencia ficción más interesantes de los años cincuenta. Pero si empezamos a revisar sus rarezas, cuesta comprender cómo se supone que el extraterrestre logra hacer lo que promete el título.
Está confinado en una cueva ubicada en algún punto del suroeste de Estados Unidos, y su modus operandi consiste en enviar mantarrayas alienígenas voladoras —de las cuales solo posee ocho— para esclavizar a la raza humana.
Su primera acción al llegar a la Tierra es dominar mentalmente a dos científicos, al sheriff de un pequeño pueblo y a un oficial del ejército de rango medio —y, por alguna razón, también a sus esposas—.
La película retrata, en esencia, la caída de Tom. Él se ve a sí mismo como un genio incomprendido, tratado injustamente y marginado por la comunidad científica debido a sus ideas extravagantes. En el pepinoide alienígena cree encontrar una figura paterna y un líder digno de admiración, que además sabe manipularlo con maestría alimentando su ego.
CLIMAX DE LA PELÍCULA
Cuando descubren que Claire, la esposa de Tom, ha llevado un rifle hasta la cueva donde se oculta el pepinoide alienígena con la intención de destruirlo, todos se dirigen al lugar desesperadamente. La criatura la asesina antes de que puedan intervenir. Devastado por la pérdida de aquello que más amaba, el Dr. Tom Anderson se abalanza sobre el monstruo y lo ataca sin piedad, apuntándole un soplete directamente al rostro. Frente a la criatura pronuncia estas palabras, ya icónicas:
“Yo hice posible que vinieras. Te di la bienvenida a la Tierra, ¡y te has convertido en un osario!”
Al quemarle uno de los ojos, el pepinoide alienígena comienza a sangrar. En un último estallido reflejo, toma por el cuello con sus pinzas a su verdugo y lo mata.
Cuando el Dr. Paul Nelson llega y encuentra a su amigo muerto, comprende la magnitud del desastre provocado por las ideas equivocadas de este. Con profunda tristeza, pronuncia su reflexión final, diciendo estas líneas:
“Aprendió demasiado tarde que para él que… hombre debe encontrar su propio camino y cometer sus errores, que la perfección no puede llegar de fuera de nosotros mismos. Que cuando el hombre busca esa perfección, solo encuentra muerte, odio, pérdidas, desilusión, y el fin de todo por lo que ha luchado. el hombre siempre ha creído en un final sin dificultades ni penurias. ¡No puede ser regalado, hay que conseguirlo! hay esperanza, pero tiene que venir de dentro, del mismo hombre.”
Un mensaje notable para una película de serie B.
EPÍLOGO
El film sugiere que detrás de todo totalitarismo hay alguien seducido por una idea ordenadora que promete eficiencia, armonía o progreso, pero que en realidad niega la complejidad humana. El pepinoide alienígena no necesita dominar por la fuerza cuando puede apoyarse en ese tipo de mentalidad: la de quienes creen que la humanidad “funcionaría mejor” sin su interior caótico. De ahí surge uno de los comentarios más fuertes de la película: las utopías rígidas se convierten fácilmente en herramientas de opresión.
Mi calificación para “Conquistaron el Mundo”, es un 8 PELADO Investiga
(Deseo aclarar que le otorgo esta clasificación principalmente por el mensaje final que transmite la película y por el excelente trabajo que realizan los dos actores junto a la actriz protagonista).
A la vez, la historia no pierde de vista otro punto: la amargura personal puede disfrazarse de idealismo. El Dr. Tom Anderson no solo persigue un mundo sin conflictos, sino también uno donde él por fin sea escuchado, donde su intelecto tenga un lugar. Ese resentimiento incubado lo vuelve el aliado perfecto para un poder externo que promete orden. El mensaje, entonces, se amplía: la frustración individual, si no encuentra cauces sanos, puede transformarse en una fuerza que habilita sistemas destructivos.
Y así, mientras el pepinoide alienígena con delirios de grandeza logra casi todo lo que quiere, los humanos seguimos demostrando que no necesitamos extraterrestres para arruinarlo todo.
Idealismo mal dirigido, egos desbordados y un poco de bioingeniería… suficiente para que el mundo se convierta en un caos perfectamente racional.
Quédense tranquilos: la próxima vez que alguien prometa “orden y perfección”, recuerden… podría ser solo un pepinoide alienígena mirándolos fijamente.
El PELADO Investiga