
En una Buenos Aires asfixiada por la nevada mortal, una de las batallas más feroces estalla en los pasillos de una parroquia del barrio de Saavedra… un escenario que jamás existió en el cómic original escrito por Oesterheld. Sin embargo, la acción y la adrenalina comienzan a subir dándole un toque diferente a la historia.
Así, con esta premisa tan forzada como ajena al espíritu de la obra, seguimos alejándonos —y sin freno— de El Eternauta de 1957, (ponele…) El PELADO Investiga, les presento: EL ETERNAUTA, episodio 4, “Credo”
EPISODIO 4 | Credo (Análisis)
LA NATURALEZA DEL CUARTO EPISODIO
Poco a poco, nos vamos sumergiendo cada vez más en esta historia de ciencia ficción inspirada en El Eternauta. En este cuarto episodio, la narrativa empieza a abrirse hacia distintos frentes, ampliando el mundo y la tensión. Es un capítulo que ofrece algunas escenas memorables, con planos visualmente impactantes. También es cierto que volvemos a notar una actuación muy floja por parte de varios actores secundarios —y, en ciertos momentos, incluso de algún que otro protagónico—. Por suerte, ahí está Ricardo Darín, que una vez más carga con todo el peso de la historia sobre sus hombros.
ESCENAS ICÓNICAS
Salvo camina por una calle nevada, rodeado de autos abandonados y cadáveres. La escena arranca con un gran plano abierto. Pasa por debajo del icónico “Tren de la Costa”. Los planos que siguen son potentes. Imágenes que, por momentos, son lo único que realmente nos remite al cómic original. Un momento épico. Hay que reconocerlo: funciona. Un auto lo ilumina desde atrás. Salvo se da vuelta… y es un Torino Coupé rojo. Un vehículo fundamental. Está presente en escenas clave y también en el póster oficial de la serie de Netflix.
La fotografía brilla nuevamente. Otro plano abierto nos muestra al Torino avanzando por una calle completamente cubierta de nieve. Una imagen poderosa. Icónica. Corte a un plano a ras del suelo. Seguimos el neumático del Torino. La cámara nos lleva a una referencia muy clara para los que conocemos Buenos Aires: el puente de la Avenida General Paz cruzando la Avenida Maipú. Estos cuatro planos son impecables. Visualmente exquisitos. Lo sostengo: la fotografía y Darín son quienes realmente salvan esta obra.
De nuevo, la fotografía se luce. Vemos al ejército argentino ingresando por debajo de un puente, mientras Favalli y Salvo los siguen a lo lejos. La escena continúa con distintos planos que nos presentan imágenes claramente apocalípticas. Finalmente, se siente el espíritu del cómic original. Un plano general tremendo: la Avenida General Paz, repleta de autos y otros vehículos detenidos sobre la autopista. Dramático. Impactante. Y entonces, llega la mejor escena del episodio. En plena fuga, se cruzan con un soldado que corre desesperado. En segundos, son embestidos violentamente. El auto vuela por los aires, dando vueltas. Una escena cargada de tensión y adrenalina.
Escena impresionante, lograda con efectos visuales realmente increíbles. Aparecen oficialmente en la historia: los cascarudos. Los vemos moverse con premura, desplazándose sobre los autos apilados, avanzando hacia donde cayeron nuestros protagonistas. Otra escena brutal. Desgarradora. Miembros del ejército argentino disparan, combaten… pero son literalmente devorados por los cascarudos. Una secuencia que, por fin, recuerda mucho al cómic.
Una escena en particular se destaca: un soldado es atrapado por una de estas criaturas y comienza a ser envuelto por una especie de tela de araña. Y acá, inevitablemente, me vino a la cabeza una escena de la trilogía de “El Señor de los Anillos, El Regreso del Rey”, cuando Frodo es capturado por Ella-Laraña y lo envuelve para conservarlo fresco y sabroso. Un disparo. Alerta a otros cascarudos. La fotografía y los efectos visuales se roban la escena. Vemos a los bichos desplazándose por diversos sectores, persiguiendo a Salvo y a Favalli. Otro guiño al cómic —digamos—: dos cascarudos devorando el cadáver de un compañero. Juan desde el campanario de la parroquia, presencia otra imagen poderosa. Uno de los meteoros cae desde el cielo, iluminando todo con un resplandor rojo y apocalíptico. En ese plano general, observa un ejército de cascarudos arrastrando cuerpos envueltos en telarañas hacia túneles subterráneos.
Ahora vemos uno de los mejores planos generales de toda la serie: Favalli, Salvo y Omar junto a todos los refugiados avanzan por una calle nevada, bajo la penumbra, en un silencio tenso. Una postal hermosa… del horror cotidiano. Otro plano memorable: los cascarudos, brutales, avanzan a toda velocidad hacia la iglesia. Adentro, la hermana Rita y el excombatiente de Malvinas, tienen todo preparado: gasolina, fuego, una fogata. Acá el héroe no tiene capa. Tiene mecha corta y fósforos.
Otra escena icónica, cuando huyen en la vieja Ford F-100, con los refugiados de la iglesia, la misma que estaba en lo alto de la muralla de autos. Juan, como un Rambo del conurbano bonaerense, va matando cascarudos uno a uno mientras bajan por la muralla de vehículos. Logran escapar. Detrás quedan los bichos, torpes y rabiosos, sin poder alcanzarlos.
LOCACIONES NUEVAS
El episodio arranca con una escena en el túnel del ferrocarril Belgrano Norte, más precisamente en la estación Aristóbulo del Valle. La fotografía, muy bien lograda, nos muestra siluetas de personas caminando solas, separadas entre sí, avanzando sobre las vías. Pero la cámara se detiene en una figura en particular: alguien vestido con un traje protector contra la nevada, que avanza con movimientos rígidos, casi como un autómata.
El escenario elegido en esta versión del multiverso de Stagnaro, donde tiene lugar una de las primeras batallas, es la localidad de Saavedra. Más específicamente —si no me falla la memoria— entre la calle Arias y la avenida San Isidro Labrador, en unas plazoletas que dividen la zona. Otro momento de tensión fuerte ocurre cuando Salvo y Favalli guían a los refugiados de la iglesia hasta un paso peatonal que cruza por debajo de la Avenida General Paz, a la altura de Vuelta de Obligado. Y acá me gustaría detenerme un momento para contar algo de historia sobre estos túneles tan emblemáticos:
Estos pasos peatonales fueron construidos en la década del 40, cuando se elevó la General Paz sobre un talud. La idea era conectar los barrios a ambos lados de la avenida. Pero con el tiempo, el avance de la pobreza y la inseguridad hizo que muchos de estos túneles fueran tapiados, entre fines de los años 90 y comienzos del 2000. Durante ese mismo período, varios terminaron siendo utilizados como refugio por personas en situación de calle.
Un dato de color —y también de producción—: para filmar la escena en la que los protagonistas entran al túnel, el equipo tuvo que pedir permiso especial a la autopista. Abrieron un boquete, construyeron una falsa pared, rodaron la escena... y después lo volvieron a cerrar. Un gran trabajo detrás de cámara.
SOBRE EL PERSONAJE PROTAGÓNICO
Recién en el cuarto episodio nos enteramos de un dato clave: Salvo luchó en Malvinas, y más precisamente en la batalla de Monte Longdon. Ese pasado militar explica muchas cosas de su comportamiento: su habilidad con las armas, su temple frente al peligro, y esa mirada endurecida que lo acompaña todo el tiempo. Y me gustaría detenerme un momento para mencionar brevemente este hecho histórico, fundamental en la historia contemporánea argentina:
La batalla de Monte Longdon tuvo lugar entre la noche del 11 y la madrugada del 12 de junio de 1982, en el marco de la Guerra de Malvinas. Fue una de las confrontaciones más intensas, sangrientas y decisivas del conflicto. Allí, tropas argentinas y británicas se enfrentaron cuerpo a cuerpo, incluso con bayonetas, algo prácticamente inédito en la guerra moderna. La zona era estratégica: dominaba el acceso directo a Puerto Argentino. El resultado fue una victoria británica, pero dejó una huella profunda en los soldados argentinos que combatieron allí. Una herida que todavía resuena.
NO ME GUSTÓ
Tengo que decir que me sorprendió —para bien— cómo se desarrolló la historia en esta parte. Realmente hubo decisiones narrativas acertadas y mucho comic. Pero sigue habiendo algo que no cambia: la debilidad de varios actores secundarios. No logran sostener emocionalmente sus escenas ni transmitir verosimilitud en sus interpretaciones. Por otro lado, hay un aspecto que me viene incomodando desde el principio: la fuerte apuesta estética hacia la decadencia.
No me malinterpreten, no espero ver actores “perfectos”, ni mucho menos caer en estereotipos visuales irreales. No quiero que todos parezcan salidos de un catálogo de modelos. Pero siento que se fue a un extremo innecesario. Tal vez en la intención de mostrar crudeza o diversidad, se terminó descuidando algo fundamental: el equilibrio visual, y sobre todo, la capacidad de generar empatía con los personajes.
Y eso, en una historia como esta, pesa. Aclaro: esto no tiene nada que ver con rechazar la inclusión ni con discriminar. Todo lo contrario. Creo firmemente que la diversidad suma, siempre que esté bien integrada y tenga sentido dentro de la narrativa. Pero en este caso, da la impresión de haber sido un recurso sobreexplotado, y eso terminó afectando negativamente la estética general de la obra.
Hay muchísimos actores —incluso poco conocidos— con una presencia escénica poderosa. Que no necesitan responder a una imagen convencional para transmitir algo auténtico. No se trata de belleza, sino de presencia. De credibilidad. Y eso es lo que, en mi opinión, les faltó a varios de los secundarios. Si el objetivo era mostrar una humanidad al borde del colapso, el entorno ya lo decía todo: la nieve, la soledad, el paisaje desolado... No era necesario llevar ese colapso al extremo en la representación física de los personajes.
En cambio, me parece que el excombatiente de Malvinas —a pesar de aparecer apenas unos minutos en pantalla— logra mucho con muy poco. Sus miradas hacia el protagonista, su presencia silenciosa y, sobre todo, su gesto heroico hacia el final, hacen que se destaque por encima del resto. Diría, sin exagerar, que es el mejor entre los actores secundarios... y me animaría incluso a decir que supera a más de un protagónico.
EPÍLOGO Y CALIFICACIÓN
Llegados a este punto, hay dos aspectos que quiero destacar de este episodio: la fotografía y la narrativa. Sin dudas, hasta ahora, es el mejor de los seis. Ya veremos qué pasa con los dos que quedan. Si logran superarlo o no. Porque lo cierto es que la vara subió… Y ahora, lo importante, es mantenerla bien alta.
Mi calificación para la base narrativa y fotográfica de esta historia de ciencia ficción, basada en “El Eternauta”, es un 10 (PELADO Investiga).
Mi calificación para el “El Eternauta Episodio 4: Credo” como una adaptación del clásico de Oesterheld es un 6 (PELADO Investiga)
Este episodio marca el inicio de una separación definitiva de la obra original. Salvo por algunos guiños sutiles, cada paso que damos nos aleja más de El Eternauta de 1957 y nos sumerge de lleno en El Eternauta de 2025: una relectura que ya no busca homenajear, sino reinventar desde sus propias reglas. Nos encontramos ante una narrativa que deja atrás la resistencia como eje central y se adentra en el Multiverso de Stagnaro, donde la distopía no sólo es exterior, sino también conceptual. ¿Qué queda del espíritu de Oesterheld en el Multiverso de Stagnaro? En el próximo análisis, lo seguiremos buscando.
El PELADO Investiga